EN EL HIPÓDROMO, del libro MARABÚ

Todos los que acudimos al hipódromo
somos gente elegante
y tenemos a gala conocernos.
A mí me aficionó una antigua novia,
que ahora vive en Italia,
casada con un alto
financiero
y afiliada a la cuadra de Planeta,
pues le publica sus novelas rosas.
Pero esto es historia y ahora estoy
sentado y oscilante
detrás de una pamela floreada
de seda y organdí, que me deslumbra
e impide que contemple las carreras.
Tengo que incorporarme
cuando pasa mi yegua favorita
y provoco una enérgica protesta.
Me siento. La pamela
otra vez nubilándome la tarde
y sin saber qué ha sido de mi yegua.
Todos nos conocemos. Ya lo he dicho.
Entonces ¿de quién es esta pamela?
No me marcho de aquí sin descubrirlo.
Me resigno a escuchar, amurallado,
un raudo bombardeo,
y me pongo a escribir lo que me pasa.
¿Qué menos, con entrada preferente?
Concluyen las carreras. A la sombra
de la pamela está mi antigua novia,
que ha viajado hasta España
a inaugurar un banco y, ya de paso,
fastidiarme la tarde.